¡Me tocó la lotería!

A ver, que se me entienda, no me he ganado los millones de los ciegos o el sorteo de navidad. No, lo que me he ganado es algo aún mejor.



El padre que es ciclista tiene muchas metas y objetivos, según cada uno. Que si hacer series al 60% de pulsaciones (ni idea lo que es, una vez me lo dijeron en un bar), que si aprender a bajar mejor, que si tener la mejor bici del grupo, que si entrenar para ir a Fuerteventura a tragar polvo pa´lli, o irse a una aventura con la bici en los Alpes, en Mongolia, en Sudáfrica o incluso en la Cochinchina. Pero hay algo que es común a todos nosotros los que peinamos canas y tenemos ya retoños. Queremos que estos personajitos que hemos engendrado -¡con la ayuda de nuestra pareja, oiga!- compartan nuestra afición por la bici.


Al principio sí que le gustaba.....

¿Porqué? El que es futbolista quiere que su hijo lo sea, el que juega al baloncesto quiere que su hijo enceste canastas, claro, pero si al niño no le gusta ese deporte, solemos abandonar en el intento. Sabemos que puede encontrar otro deporte similar o que le termine por enganchar. Ahora bien.... ¿porqué los padres nos emperretamos con la bicicleta? Porque nos lo pasamos tan bien, que somos capaces de madrugar a las 5 de la mañana para estar en Arguineguín a las 7 y cuarto con la bici para subir a Cortadores. Porque conocemos sitios que ni siquiera sabíamos que existían. Porque conocemos gente con las que compartimos nuestra pasión por la bicicleta, personas que comparten la misma afición y por tanto enseguida desarrollamos una gran afinidad que a la segunda salida es una amistad casi irrompible. Porque es un deporte que fomenta la competitividad y el afán de superación personal dejando la rivalidad de lado, sino al contrario, fomentando el compañerismo entre miembros de distintos equipos. Porque encima de la bici se sufre mucho (¡muchísimo!), pero cuando se disfruta, se disfruta tanto, que enseguida se te olvidan todas las penurias de la vida. Es por eso que cuando tenemos un niño queremos que disfrute de esas pequeñas, o grandes cosas diría yo, que te da el ciclismo.

Bueno, en mi caso particular tengo un niño de 10 años. Lo típico, le compras una bici con ruedines, y ves con ilusión como aprende a pedalear, como deja atrás los ruedines, como sube y baja ya alguna cuestilla.... Incluso cuando le compré sus segunda bicicleta decidí tirar la casa por la ventana y le compré una bici de marca, de niño eso sí, pero mejor que la que tenía el padre en aquel momento.




Jugando al fútbol con culotte, chaqueta y guantes de ciclismo...¡habrase visto!

Pero el palo estaba por llegar. Lo apuntamos al fútbol, en un conocido club de la zona, y al poco ya no quería la bici. Cada vez me costaba más que fuera conmigo siquiera a ir a comprar el pan, sólo tenía ojos para la pelota y como yo ya lo llamaba, “el jodío furbo”. Y con el paso de los años, de las temporadas “furbolísticas”, fue a peor. Llegó a jugar en preferente (donde lograron un cierto éxito deportivo) y la bici sólo cogía polvo. Para que cogiera la bici lo tenía que engañar, llevar una pelota en la mochila e ir a algún sitio donde jugar un rato a tirar a portería, que si no, no había forma.



Este año, tuvo un problema en el club. El mismo club en el que había estado más de 5 años, un problema que afectó al niño muchísimo, había perdido hasta la sonrisa.  Tanto fue, que dejó el furbo. Y lo dejó un viernes. El martes siguiente teníamos en el club Tamadaba Biker – 4G Flota previsto empezar la escuela para niños, una iniciativa con la que queríamos seguir los pasos de nuestro club hermano Pulpeiros Mugardos. Como el niño estaba triste ya que con su decisión de dejar el balompié también había dejado atrás a muchos de sus amigos de toda la vida, su madre y yo pensamos en que lo que teníamos más a mano era que probara en la escuela esta que íbamos a montar. Y sin muchas esperanzas , pa llá que lo llevamos. Tal fue nuestra sorpresa, que tanto le gustó, que el niño nos recuperó la sonrisa.



El segundo día de escuela ya nos decía de ir de ruta con los adultos, de ir con nosotros a hacer alguna bajadilla, de ir a carreras, de comprar una doble, que si pedales automáticos, que para los Reyes Magos quería un casco con barbuquejo, que si poner la cámara de vidrio en el manillar, que cuándo le iba a dejar mi bici con el sillin que se baja solo, que cuando era el siguiente día de escuela, que si el fin de semana se le hacía largo sin coger la bici, que lo dejara salir un rato al circuito de motocross que hay debajo de mi casa.... ¡Tiene a la madre chiflaíta!



Y bendito problema, amigos. Estoy encantado. Llego del trabajo y me lo encuentro con el culotte puesto esperando para que lo saque un rato a pisar la tierrita con la bici. Y disfruto como un enano enseñándole lo poco que sé, y viendo como progresa a un ritmo con el que parece me va a superar en menos que canta un gallo. Que mi hijo se aficione a la misma afición que su padre y encima lo haga de esta manera me hace tan feliz que si me hubiera tocado la lotería no estaría tan contento. Bueno, sí, porque me podría haber comprao la Santa Cruz jajajaja



Las pocas veces que me he podido acercar a ver los niños en las clases he podido ver que este entusiasmo lo comparten todos los pives y pivas del grupo. Comentan los padres que los días que hubo temporal y se suspendieron las actividades no había quien los aguantara en casa del mono  que tenían de coger la bicicleta.  Es algo contagioso, que crea grupo y amistad, que une y forma a los niños en unos valores que aunque suene fisno de decir son muy muy buenos para el desarrollo del niño como persona.  Estimula la superación personal, el aprendizaje, y la competitividad pero desde la óptica del compañerismo. ¿Qué padre no quiere eso para sus hijos?


Dani, nuestro monitor, con nuestros niños. Bueno, Dani es otro niño más a juzgar por cómo se lo pasa el también.


Así que animo a todos esos padres que como yo intentan que a su hijo le guste la bicicleta, que lo lleven a probar en alguna de las escuelas que clubes como el nuestro tienen por toda la isla. Creo que al verse el niño rodeado de otros niños, que el que le de las instrucciones sea otro que no sea su “viejito” y sobre todo el saberse parte de un equipo, creo que hizo que mi hijo diera este cambio, y seguramente sea el empujón que le falta a tu niño o niña para que no se baje de la bici. Que se den una vuelta y vean un poco las clases. Ya les digo, no se van a arrepentir.

Pa mí que la sonrisa de Félix es mas grande que la de los niños.....

Lo que les decía mis niños, estoy tan contento como si me hubiera tocado la lotería, o como me dijo un amigo, “Juan, se te apareció la Virgen”.

Saludos, nos vemos dando pedales.



El futuro del ciclismo norteño, ¡mirando para Amagro nada menos!


NOTA: Lo publicado es meramente un artículo de opinión del autor. No representa más que un consejo, una opinión, el parecer de una persona, y nunca algo vinculante. El club y sus empresas patrocinadoras no se hacen responsables de las opiniones vertidas por su autor. Tampoco compartirían la lotería si le tocara al autor, que la Santa Cruz no es barata jajajaja